LA GOLOSINA DEL CONOCIMIENTO

Se suponía que con el tiempo adquiriría mayor conocimiento que asimilar.
Pero con el tiempo descubro que cada vez hay más y más cosas que no se, cosas que ya no aprendo y que aguijonean mi falta de conocimiento.
En lugar de aprender no hago sinó enterarme de cuan ignorante seré siempre. Que por cada cosa que aprendo veinte se me escapan y se esconden en la oscuridad del olvido o ponen de por medio, kafkianamente, nuevos e infinitos conocimientos, haciéndose de este modo inaccesibles para mí.
Se sabe de lo inutil, imposible y fatigosamente tonto del conocimiento enciclopédico. Pero hay algo que me empuja enceguecido hacia él. Uno puede mantenerse aprendiendo durante toda una larga existencia. Acumulando de manera interesante muchas y variadas informaciones sin por esto aumentar de manera significativa o mínima el porcentaje con respecto al saber universal. Mientras más aprendes más(en geométrica progresión) hay por aprender y más y más.
Si en algo se ha progresado desde los años cincuenta es en la rapidez del manejo de la información, la informática.
Ahora vemos que hay demasiado que aprender, demasiados libros que leer, demasiadas películs para ver, demasiadas tragedias para llorar, demasiada belleza que apreciar.
Nos damos cuenta que el problema del consumismo no está limitado a los bienes de consumo sinó también a nuestros sentimientos y humanidad.
Talvez el problema esté en la desmedida ambición, en el gusto por coleccionar, en querer abarcar más de lo que nos corresponde (o merecemos).
El Conocimiento es una infinita caja de diferentes, maravillosamente delicados bombones que nunca empalagan. A más probarlos más nos gustan y más sufrimos por el hecho de saber cuál es el más delicioso. Cada vez saben mejor. nunca comeremos el más rico. El más rico no existe.