ABOUT GUELYLAND

"One of the smallest , independent kingdoms in the ciberuniverse. Nothing fancy. Population? Just me, myself and my jaguars, my movies and my books (and, at this very moment, YOU). Hided and secret like Skull Island or Opar, the ancients in Guelyland use to read the scrools of a minor god called Voor-Hes.
Most of the treasures of Guelyland are made of paper, plastic and vinyl.Guelyland dreams with expanding in deep more then in surface. The music of Nik Kershaw has been heard here. There are apes, lots of apes in Guelyland. Woody Allen and Bob Hope visit it quite often. Here we love books (the Kingdoms Library is both celebrated and secret) Here we are atheists but very tolerant and think of god a bit too often and much. Guelyland is, the stuff my dreams are made of..."

PEOPLE WITH TASTE. YOU CAN BE ONE OF THEM!!

Thursday, April 17, 2008

El regreso de un viejo amigo viejo


Desde que tuve ocho años y mi viejo regresó de Europa, recuerdo que sobre su mesa de noche siempre había un extraño libro con el dibujo de una vieja ciega de pañuelo azul en la cabeza, sentada en una silla en la esquina de un cuarto. El dibujo era triste y frío. Nada atractivo para mi mentalidad ochoañera. Llevaba su firma en varias páginas, señalando por donde andaba mientras lo leía (Barcelona, Miami, Patras). Cuando le preguntaba a mi viejo de que se trataba "De una mujer ciega que vivió cien años", respondía. La curiosidad me llevó a abrirlo y leí que empezaba con el fusilamiento de un militar. Desanimado por ese principio pasarón muchos años y varios flojos intentos que no superaron las tres primeras lineas de la novela. No fue hasta que cumplí los dieciseis que mi viejo me dijo que ya era hora que leyera Cien Años de Soledad.
Bueno, como de todo lo que me gusta mucho, me volví fanático y lo leí para mí y para mis amigos. Lo terminé sólo para empezarlo de nuevo y de ahí a echarse a buscar más libros de García Márquez. Ese sólo libro hizo que me gustara la literatura y que despertara de mi sueño adolescente de viajar a Serengueti a fotografiar leones.
Busqué y lei todo lo que pude de Gabo (Crónica de una muerte, El Coronel, El otoño, Los funerales, Eréndira, Ojos de perro azul, El olor de la guayaba y demás) . Con un timing preciso García Marquez ganó el Nobel el 82 y me hizo sentir como si lo hubiera ganado mi tío, mi padrino. Dejé de pensar en fronteras y empecé a creer que uno era de donde quería más que de donde fuera porque nosotros eramos los únicos que podíamos trazar las fronteras de nuestro corazón. Pasaron los años, se me acabaron los libros de García Márquez y, aunque releí varias veces las aventuras del Coronel Aureliano Buendía, me encontre con Borges , Ribeyro, Kafka y demás amigos imaginarios. Ya en Suecia y algo solo, fuí a la busca del viejo amigo colombiano a la biblioteca de Oxelösund. Lo encontré en sus Cuentos peregrinos, en su libro sobre Bolivar y, aunque me gustaron no fue lo mismo que antes y , distraido por otros autores y mi nueva vida nórdica y aventurera lo dejé de frecuentar una vez más. Me casé, tuve mi hija, me divorcié, me establecí en Estocolmo, murió mi viejo, apareció la internet, descubrí Estonia, en fin: los años.
Hasta que hace una semanas en una feria de libros se me presento esa oferta que no podemos rehusar: La bendita manía de contar y Aquellos tiempos con Gabo (de Plinio Apuleyo Mendoza) a un precio de "cómpranos que te estamos esperando". Los he leido con una voracidad de jaguar más joven. Con placer. Pero más que nada con las renovadas ganas de ir en busca del tiempo perdido sin el amigo que una vez más se me ha metido a la cabeza por la puerta del corazón. Ya me preparo entonces a leer lo que no leí y a reirme y emocionarme con los libros de García Márquez como cuando era chibolo.

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