Esta, del año 2002, es la tercera joya que disfruto del director argentino Adolfo Aristarain (las anteriores fueron Roma del 2004 y Un lugar en el Mundo de 1992) y desde ya me voy a la busqueda de una cuarta. Aunque la verdad, más que una película Lugares Comunes sea un manifiesto. Uno de ética, de dignidad, de compromiso con valores que parecieran en estos dias obsoletos, pero sobretodo de lucidez. El pitch del argumento no puede ser más equivocadamente subestimable, un profesor obligado a jubilarse que decide visitar con su mujer al hijo que vive en España "por una semana o diez dias". A qué poco suena no?
Entrar a una película de este realizador bonaerense es ingresar a una cátedra (de Filosofía, de Etica, de Literatura), es abrir una gran novela (y enriquecernos con su sabiduría y su lenguaje), recibir directos consejos de un padre ideal (uno sabio, que te ama y te conoce). Te enseña en dos horas lo que, por desgracia, mucha gente no aprenderá en toda una vida.
Te hace pensar, acaso no sin razón, que el actor principal Federico Luppi debe ser el actor argentino por excelencia.
Si no se animan a verla completa sáquenle, por favor, el jugo a estos ocho primeros minutos.