Antes había coleccionado VHS y jamás tuve un laserdisc. En un principio me dije no dejaré el "video" y sólo me compraré en DVD mis cincuenta favoritas (Close Encounters of the Third Kind, Planet of The Apes, Greystoke, etc.). Ha pasado uno década y mi techo alberga unos 3,000 discos originales. Qué poco se conoce uno a veces.
Loco, apasionado, excéntrico, fanático, coleccionista, despilfarrador. Qué no me han dicho.
Películas, series de televisión, documentales, video clips. Mi amor por los libros encontró finálmente un rival en mi bolsillo frente al cual no pudo competir. Las dos horas que me toma ver una película superó a los varios dias que la lectura de un libro suele requerir. Las varias artes que implican y contienen un DVD superan impecablemente las que un libro de papel puede incluir.
He revivido momentos especiales de mis perdidas infancia y adolescencia. He compartido simultaneamente con mis seres queridos lágrimas y risas. He escuchado y visto a mis héroes y maestros, ídolos y animales, visitado tierras de fantasía y realidad. He aprendido. Y los tengo todos, están aquí, a pocos metros de mi, listos para deleitarme a voluntad en brillante magia de plástico. He invertido en felicidad y he recibido felicidad a cambio y con creces.
Cada vez más baratos, cada vez más accesibles, la fiesta parece no tener fin. Se que sin el cultivo de la capacidad de disfrute el dinero no tiene mucho valor y que de nada sirve gastar mucho o poco si uno no sabe apreciar lo que consume. Dejo a otros el automóvil veloz, las ropas llamativas, los licores exquisitos, las fotos donde uno toca la punta de la Torre Eiffel, visitas a estadios deportivos, las parrandas semanales. Déjenme a mi mis DVDs (y mis libros y mi música, claro está).
Uno puede bajarse una película de internet, prestársela de la biblioteca o verla en televisión y listo. Por alguna razón yo prefiero tenerla conmigo, acompañándome siempre, como el recuerdo de quien ya no está entre nosotros o como la presencia de quien si lo está (me pasa lo mismo con los libros de una biblioteca). Me doy cuenta que en la vida, en mi vida, la compañia de seres orgánicos, queridos y corporeos es importante como en la de cualquier persona. Me doy cuenta del mismo modo que la compañia de películas o libros es casi con alarmante frecuencia no menos imperativa. Que el goce personal que generalmente me produce la actuación de Henry Fonda en The Grapes of Wrath, de Laurel y Hardy en Way Out West, de Sacristán en Roma o las locuras de un Dr. Pretorius no puede ser superado por una conversación sobre actualidad política o deportiva. Afirmar lo contrario sería para mi no sólo una mentira sinó un inutil intento de engañar a alguien que conozco muy bien: mi propia persona. No es que uno sea misántropo sinó que muchas veces lo cotidiano tiene menos color que un film noir.