Todo libro cuenta al menos dos historias. Una es la impresa en él, su texto o ilustración. La otra menos evidente, muchas veces ignorada, esotérica y casi siempre única: la historia del ejemplar. De cada ejemplar.
A menudo compro libros usados. No de librerías de primera mano, donde cada uno sale aun sin historia ya que su circulación sólo empieza. Los usados en cambio ya han vivido y, a veces, no ocultan su pasado. Algún ex-libris, una firma, la cicatriz dejada por una taza de café, el buen o mal trato que recibieron durante su existencia antes de caer en mis manos.
Algunos tienen una larga y dura pero util "vida" en una biblioteca pública. Otros, afortunados, van a parar donde algún bibliófilo que los cuidará y leerá con cariño. Luego de unos años ese padre o madre adoptivo, ese amo, morirá y el destino del ejemplar será una vez más incierto. Imagino a los libros como esclavos, pero no imagino la esclavitud en el sentido "moderno" de la palabra sino en el mas blando, idealizado y clásico autoproclamado por las sociedades esclavistas de la Grecia de los filósofos o la biblia (donde los amos no son necesaria o aparentemente unos abusivos). los imagino en una suerte de apacible cautiverio. Algunos, un ínfimo porcentaje realmente, serán famosos por su vida misma, por haber pertenecido a Borges o Hemingway. Otros, llamémoslos "Survivors", son de altísimo valor por su extrema antiguedad y rareza.
Habrán aquellos que esperanzados en encontrar su lugar, su biblioteca, pasarán empero de mano en mano y serán comprados para ser vendidos una y otra vez. Objetos de kafkiano tráfico.
La mayoria de las veces uno nunca sabe quien poseyó nuestro ejemplar (previo al librero que nos lo vendió) No sabemos quíen lo leyó ni donde lo poseyo. Pero podemos saber si fue bien tratado o no (aunque, para el ojo experto, siempre será evidente la diferencia entre ser leido con cuidado y no haberlo sido jamás).
En general, las historias privadas de cada copia serán historias jamás contadas. Perdidas por nunca buscadas y nunca se conocerán ni sabran pero que pese a todo habrán tenido lugar. En el limbo de lo impensado. Quizá el mismo lugar a donde van a parar los sueños que las personas que ya no están con nosotros jamás contaron.