ANONIMATO NUMISMATICO

Hay, debe haber, por lo menos una moneda de una corona que ha sido mía, digamos, tres veces a traves de los años. La he recibido. La he dado. Nunca me he percatado de su individual presencia porque para mi todas son iguales y las de una corona valen en el apuro de la economía sólo eso: una corona. Cómo esas personas que nos aman en secreto y nosotros ignoramos, ha pasado desapercibida para mi. Y la he tenido en mis bolsillos y la he traido a casa y ha sido mía y dejado de serlo y no la he reconocido. Y nadie lo ha sabido ni lo sabrá porque no hay un dios que lleve cuenta de estas pequeñeses. Yo mismo no lo sé (menos la moneda que nada puede saber). Simplemente lo especulo y esto sin mayor fundamento que un inutil cálculo de probabilidades.

Pensar que cada moneda tiene una secreta e inutil historia. Que han pagado nuestra generosidad o avaricia. Monedas con nombre común pero no propio. Que viven ciegas en la oscuridad de nuestros pantalones, que nos tintinéan sin saberlo un saludo que jamás respondemos. Semianónimas y pasivas transcurren su existencia inconciente de mano en mano fieles a su destino numismático. Como esa gente con que nos cruzamos muchas veces pero desposeidas de esa cierta belleza o fealdad particular que las haga memorables. Gente cuyo rostro ni tenemos tiempo de mirar en la muchedumbre de un tren a la hora de ir a trabajar.